
La gente que no lee siempre me ha dado un poco de pena, pero por ellos mismos, porque no saben lo que se pierden. Me pasa también con los curas y las monjas que..., pues eso, que no saben lo que se pierden...

Mi último libro, "El pintor de batallas", me ha llevado a escribir esta entrada o este "post" (que mira que suena pijo). Su autor, Pérez-Reverte, no tiene muy buena prensa entre algunos lectores de este blog (si es que no me mienten y lo leen más allá de la tercera linea, que tengo mis dudas).
Tranquilos, que no voy a recomendar su lectura ni nada de eso. Este libro es sólo apto para acérrimos del autor. Es farragoso de leer y con una acción practicamente nula, pero te hace pensar (algo que a mí me viene muy bien, pues tengo una tendencia natural a tener la mente en blanco, tipo Homer). Huelga decir que me ha gustado.
En el libro se mezclan el arte, la ciencia y la guerra como en una coctelera con el fin de mostrarnos el punto de vista del autor sobre el mundo actual. Y puedo deciros que no es muy esperanzador.

El autor nos habla de la desolación que produce comprobar que el universo se rige por las reglas del azar y del caos. Es como esa mujer que se olvidó a su hijo en el coche. Si no hubiese tenido el incidente con el camión, seguramente no hubiese pasado nada. Pero el azar, el caos o lo que sea que rige este mundo hizo que lo tuviera.

"El mundo moderno nos protege de esa verdad, y nos hace frágiles frente al caos de la vida (...)
Hay que asumir, con estoicismo y lucidez, nuestra naturaleza, y nuestra naturaleza es cruel. Es así, y eso no es bueno ni malo. El mal no es ajeno a nosotros, somos nosotros".
Reverte dixit.