26/7/09

"El pintor de batallas"

Desde que tengo uso de razón (siempre he querido utilizar esta frase, aunque la verdad es que la razón no la uso mucho) me gusta leer. Lo he heredado de mi querida madre que devora libros con una velocidad de vértigo. En eso se parece a Natalia que lee a una velocidad aun mayor. Yo creo que lee todavía más rápido de lo que habla. Si es posible, claro.


Empecé con las "Novelas Ilustradas" que muchos recordareis. Una manera magnífica de acercarse a los clásicos, a traves del comic. Cada vez que me tocaba Julio Verne me relamía de gusto, Emilio Salgari también me gustaba y Dickens me parecía más rollo..., pero yo me los leia todos.


La gente que no lee siempre me ha dado un poco de pena, pero por ellos mismos, porque no saben lo que se pierden. Me pasa también con los curas y las monjas que..., pues eso, que no saben lo que se pierden...


Mi último libro, "El pintor de batallas", me ha llevado a escribir esta entrada o este "post" (que mira que suena pijo). Su autor, Pérez-Reverte, no tiene muy buena prensa entre algunos lectores de este blog (si es que no me mienten y lo leen más allá de la tercera linea, que tengo mis dudas).

Tranquilos, que no voy a recomendar su lectura ni nada de eso. Este libro es sólo apto para acérrimos del autor. Es farragoso de leer y con una acción practicamente nula, pero te hace pensar (algo que a mí me viene muy bien, pues tengo una tendencia natural a tener la mente en blanco, tipo Homer). Huelga decir que me ha gustado.

En el libro se mezclan el arte, la ciencia y la guerra como en una coctelera con el fin de mostrarnos el punto de vista del autor sobre el mundo actual. Y puedo deciros que no es muy esperanzador.


El autor nos habla de la desolación que produce comprobar que el universo se rige por las reglas del azar y del caos. Es como esa mujer que se olvidó a su hijo en el coche. Si no hubiese tenido el incidente con el camión, seguramente no hubiese pasado nada. Pero el azar, el caos o lo que sea que rige este mundo hizo que lo tuviera.


La naturaleza no tiene sentimientos. Los hombres antiguos estaban preparados para semejante desorden, pero el hombre moderno ha preferido ignorarlo. Vivimos en una torre de cristal, que puede hacerse añicos en cualquier momento. Vemos a gente matándose entre cucharada y cucharada de arroz y cambiamos de canal, mientras pensamos, eso aquí no pasaría nunca.


"El mundo moderno nos protege de esa verdad, y nos hace frágiles frente al caos de la vida (...)
Hay que asumir, con estoicismo y lucidez, nuestra naturaleza, y nuestra naturaleza es cruel. Es así, y eso no es bueno ni malo. El mal no es ajeno a nosotros, somos nosotros".

Reverte dixit.